“Pedro Pascal y Sarah Paulson: 30 años de amistad inquebrantable que superó la adversidad”

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Solo el paso del tiempo y las experiencias compartidas pueden forjar un vínculo tan sólido como el de Pedro Pascal y Sarah Paulson. Su amistad, iniciada en la década de 1990 cuando ambos estudiaban actuación en Nueva York, es una historia conmovedora de apoyo mutuo que trascendió a la fama.

Ambos coincidieron en la Tisch School of the Arts de la Universidad de NYU y rápidamente formaron parte del “círculo cercano” del otro. Pedro recuerda aquellas primeras salidas al cine —como ver Fearless— y encuentros casuales con celebridades en el parque; memorias que cimentaron un lazo profundo.

Mientras Sarah Paulson labraba su camino hacia Broadway y la televisión, Pedro atravesaba tiempos difíciles: trabajaba como camarero y hacía audiciones intermitentes, sin poder cubrir siquiera sus gastos básicos. En esos momentos, Sarah no solo brindó apoyo emocional, sino también económico, ayudándolo con viáticos de sus trabajos para que pudiera comer.

La generosidad de Paulson no se detuvo ahí. En 2013, ella usó su red de contactos —a través de Amanda Peet y el showrunner David Benioff— para hacer llegar el demo de Pedro al equipo de Game of Thrones, lo que le valió el rol de Oberyn Martell, un papel que cambiaría su carrera para siempre.

Hoy, ambos celebran éxitos incontestables: Paulson ha ganado Emmys, Globos de Oro y Tonys; Pascal se ha convertido en una de las estrellas más queridas, protagonista de sagas como The Mandalorian y The Last of Us, y próximamente telón de fondo en títulos como Eddington y Los Cuatro Fantásticos.

Sus encuentros públicos siguen siendo tiernos y auténticos: en photocalls en Londres y ceremonias en Hollywood, no es raro verlos tomados de la mano o el brazo, gestos que reafirman que su vínculo —aunque platónico— se basa en el cariño, la empatía y el respeto.

En palabras de Pascal, su amistad ha sido un faro en los momentos de ansiedad y dudas, y la expresión de Paulson lo refleja: su apoyo no fue solo profesional, sino humano, sosteniéndolo en las horas más críticas. Una historia que prueba que detrás de cualquier estrella, hay una red de afecto real que nutre y sostiene.

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