
El funeral del Papa Francisco no solo fue un evento solemne, sino también un mensaje poderoso sobre la justicia social y la inclusión. En una ceremonia que combinó la pompa del Vaticano con la cercanía a los más vulnerables, el pontífice dejó una última lección a los líderes mundiales y reafirmó su compromiso con los inmigrantes y marginados.
Un adiós entre poderosos y humildes
La despedida de Francisco tuvo dos momentos clave: el funeral de Estado en la Plaza de San Pedro, donde estuvo rodeado por presidentes, reyes y cardenales, y su entierro en la Basílica de Santa María la Mayor, donde fue recibido por aquellos a quienes siempre defendió: los pobres y excluidos.
Desde el inicio de su papado, Francisco dejó claro que su misión iba más allá de los protocolos eclesiásticos. Su decisión de simplificar los rituales funerarios del Vaticano el año pasado fue una muestra de su visión: un papa no es un monarca, sino un pastor al servicio de su pueblo.

Un mensaje a los poderosos
Durante la homilía, el Cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, lanzó una fuerte crítica a los líderes mundiales presentes. Habló sobre la inutilidad de la guerra y la necesidad de acoger a los inmigrantes y refugiados, recordando las palabras del propio Francisco: «Construir puentes y no muros». Este mensaje resonó especialmente entre figuras como Donald Trump, quien en el pasado fue señalado por el papa por sus políticas migratorias restrictivas.
El cardenal también hizo referencia a los conflictos actuales, como la guerra en Ucrania y la ofensiva en Gaza, instando a los líderes a buscar soluciones pacíficas en lugar de perpetuar la violencia.
El último recorrido de Francisco
Tras la ceremonia en el Vaticano, el féretro del papa fue trasladado en el papamóvil por las calles de Roma hasta su destino final en Santa María la Mayor. Miles de personas se congregaron en el recorrido, aplaudiendo y expresando su gratitud por el legado de Francisco.
Su entierro en esta basílica, lejos de la ostentación habitual, fue un reflejo de su humildad y su compromiso con los más necesitados. En lugar de una tumba monumental, su descanso eterno se encuentra en un espacio sencillo, con su nombre en latín: Franciscus.
Un legado que trasciende
El funeral de Francisco no solo marcó el fin de una era, sino que dejó un mensaje claro: el poder debe estar al servicio de la humanidad, y la Iglesia debe ser un refugio para los marginados. Su vida y su muerte fueron un testimonio de su lucha por la justicia social, y su despedida fue un recordatorio de que su legado seguirá inspirando a generaciones futuras.