
Casi 45 años después del crimen que sacudió al mundo de la música, Mark David Chapman revela el verdadero motivo detrás del asesinato del exbeatle. Su confesión, lejos de redimirlo, reafirma el egoísmo que lo llevó a disparar.
En agosto de 2025, durante su más reciente audiencia de libertad condicional, Mark David Chapman, el hombre que asesinó a John Lennon el 8 de diciembre de 1980, ofreció una confesión que ha vuelto a estremecer a millones. Con 70 años y tras más de cuatro décadas en prisión, Chapman admitió que su crimen fue impulsado por una necesidad personal de notoriedad. “Fue un acto completamente egoísta. Lo hice por mí, por su fama. Quería ser alguien”, declaró ante el comité evaluador.
La audiencia, celebrada en el Green Haven Correctional Facility de Nueva York, concluyó con la negativa a concederle la libertad condicional por decimocuarta vez. Los jueces consideraron que, a pesar de sus disculpas dirigidas a la familia de Lennon y a sus seguidores, Chapman no mostró un arrepentimiento genuino ni una evolución emocional significativa.
El asesinato de Lennon, ocurrido frente al edificio Dakota en Manhattan, marcó un antes y un después en la historia de la música. El exbeatle, símbolo de paz y activismo, fue abatido a los 40 años por un fanático que buscaba reconocimiento a través de un acto violento. Desde entonces, Chapman ha intentado justificar su acción, pero sus palabras siguen generando rechazo y dolor.
La reciente confesión ha reabierto el debate sobre los crímenes motivados por la fama y la obsesión con las figuras públicas. Para muchos, sus declaraciones no son una muestra de redención, sino una reafirmación del egoísmo que lo llevó a cometer uno de los asesinatos más impactantes del siglo XX.
La familia de Lennon, junto con millones de seguidores en todo el mundo, continúa rechazando cualquier posibilidad de liberación. El legado del músico permanece intacto, y cada intento de Chapman por salir de prisión es recibido como una amenaza a la memoria de un artista que predicó la paz y la libertad.
Este nuevo capítulo en la historia del caso Lennon no ofrece consuelo, pero sí confirma que, incluso después de décadas, la verdad puede seguir doliendo. Y que el arrepentimiento, cuando no va acompañado de transformación, no basta para cerrar heridas.